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1.1 ¿Qué es y para qué sirve la literatura?
1.1.4.1 La moderna teoría de los géneros

En el siglo XVII y principios del XVIII se desarrolló en Francia e Inglaterra la famosa "Querella entre antiguos y modernos", que opuso dos concepciones de los géneros literarios. En esta polémica, los "antiguos" afirmaban que las obras grecolatinas debían ser consideradas como únicos modelos, ideales e inmutables, sin posibilidad de nuevos desarrollos o transformaciones de ningún tipo. En contraste, los "modernos" señalaban que las normas clásicas no son universales y defendieron la legitimidad de nuevas formas literarias, como resultado de su momento histórico.

El Romanticismo se rebeló contra la imposición de cualquier modelo e insistió en la espontaneidad y la libertad suprema de los autores. Asimismo, defendió el derecho y la necesidad de mezclar los distintos géneros para poder expresar la vida en toda su complejidad, incluyendo sus contradicciones y paradojas.

En 1952, Emil Staiger reformuló la distinción tradicional entre lírica, épica y drama, asumiendo que cada una de éstas expresaba un concepto estilístico que corresponde a las esferas de lo emocional, lo lógico y lo intuitivo, respectivamente:

Lírico = recuerdo = emocional
Épico (Narrativo) = observación = lógico
Dramático = expectación = intuitivo

Por su parte, Roman Jakobson relacionó las particularidades de los géneros literarios con la participación de las diferentes funciones de la lengua, junto con la poética, que es la dominante:

Lírica = función emotiva (1a persona: yo)
Épica (Narrativa) = función referencial (3a persona: él)
Dramática = función apelativa (2a persona: tú)

Los teóricos contemporáneos rechazan enfáticamente la existencia de los géneros literarios en términos de esencias independientes y absolutas, y han llamado la atención hacia su carácter convencional. Así, en la actualidad, el género se asume como conjunto de normas —histórica y socialmente construidas— que orientan tanto la producción de los textos como las formas de leerlos e interpretarlos. De esta manera, al hablar de novela, por ejemplo, implícitamente se invoca la convención de que este género "crea" un mundo ficticio en el que actúan personajes, que la historia tiene que ser contada a través de un narrador que de ninguna manera puede ser confundido con el autor.

El novelista, pues, se ajusta a algunas de las convenciones vigentes (aunque también puede violarlas), mientras que el lector reacciona frente a dicho texto de acuerdo con su conocimiento de dichas convenciones y las expectativas que éstas le generan, brindándole, además, criterios de valoración. Es decir que, si un lector que quisiera leer una novela se encontrara con un texto clasificado como tal y resultara que está escrito en verso y careciera de personajes, tal vez juzgaría que ese texto no puede ser considerado una novela, rechazándolo en consecuencia.

En síntesis, los géneros aluden a modos que permiten agrupar los textos literarios, ofreciéndonos modelos tanto de lectura como de escritura, los cuales son siempre dinámicos, flexibles y admiten distintas combinaciones, como en el caso de la tragicomedia o la prosa poética, por ejemplo. La historia de los géneros literarios forma parte de la historia de la cultura y es indisociable de la evolución del concepto de literariedad.