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El arte y tú

 

MARTHA GRAHAM

Todo espectador medianamente informado distingue la danza clásica de la moderna. En la primera se emplean las puntas de los pies y el vestuario es característico; en la segunda prevalecen los movimientos libres y el vestuario se subordina al cuerpo. Pues bien, entre los grandes creadores de la danza moderna se cuenta Martha Graham, cuyo legado en su campo se compara al de Pablo Picasso en las artes visuales o Claude Debussy en la música. Como ellos, Graham hizo suya la tradición que le precedía y asimiló el “espíritu” de su tiempo. El resultado fue un género que, a través del movimiento, expresa el mundo de hoy.

Para saber más lee:
Baril, Jacques, La danza moderna, Barcelona, Paidós, 1987.
Dallal, Alberto, La danza contra la muerte, México, unam, 1993.

Patrocinado por terceros, el arte prospera, se multiplica, crece. Si el patrocinio es de mecenas, esperemos retratos, música contingente, danzas cortesanas; si viene de gobiernos, ya veremos mensajes patrióticos. El caso es que, patrocinado, el artista apenas gasta en hojas de papel. No obstante, tiene a su disposición dónde trabajar y espacios para mostrar su obra. Pero hay murmuraciones: ¿qué pasó, artista, con lo que tenías que decir?

Gestado en la pobreza, el arte es resultado de un sacrificio heroico. Es como si la necesidad fuera una musa. Cuanto más vacío el estomago, más se desboca la creatividad. Asceta y artista vienen a ser sinónimos y, como consecuencia, algo de místico tiene su obra.

Coartado, el arte —como el agua— desborda sus canales habituales de difusión. Sale a las plazas, a las paredes públicas, a las aceras… Cerradas las puertas del recinto sagrado (el Museo, la Sala de conciertos, el Escenario, el Cineclub), el arte sale en tropel para plantarse en las narices del transeúnte. Y como pudo ocurrir en el principio de los tiempos, la gente hace rueda alrededor del artista, que es ahora imán, centro de gravedad, obelisco.

Presentado en la tele o la radio, el arte se deja maquillar y permite que un engomado presentador haga malabares con palabras que nunca había escuchado. Por ejemplo adagio (que no se dice “adajio”), Op art (donde no falta una “p”) o encuadre (que no es igual a “enfoque”). Allá, del otro lado de la pantalla, estamos nosotros, a quienes se dirige.

ARTE DE CARNE Y HUESO

A Yo-Yo Ma le encanta tocar para los niños. Le gusta entrar en su mundo, porque sabe que al hacerlo, será para siempre. Por eso aceptó, hace muchos años, ir a un programa de Plaza Sésamo. “Allí conocí a Elmo, antes de que fuera famoso”, dice el chelista con su característico sentido del humor. En 1990 asistió con su hijo de 4 años al famosísimo programa infantil de Mr. Roger, allí padre e hijo interpretaron un vals. Ambos se veían tan felices y orgullosos. “La curiosidad de los niños es infinita y si aprenden a tocar y a apreciar la música desde pequeños, no hay duda de que en su vida serán mucho más felices”. Yo-Yo Ma también disfruta mucho tocar para los jóvenes: “Deben de respirar al mismo tiempo con quienes están ustedes tocando. No deben de tener los hombros tensos, deben soltarse y olvidarse del juicio de los demás. Y por último deben de creer en ustedes”, les dice el maestro con una llaneza conmovedora. Yo-Yo Ma cree que tocando con jóvenes de todas partes del mundo, especialmente de aquellas que se encuentran perennemente en conflicto, de alguna manera contribuye con su música a distender las tensiones políticas. Con ese mismo objetivo ha tocado con la orquesta Este-Oeste, con músicos palestinos, israelíes, sirios y jordanos. Todos compartiendo un mismo lenguaje: ¡la música! También ha tocado con la Orquesta Barroca de Ámsterdam, con ella interpretó los conciertos de Brandemburgo a la usanza antigua, con instrumentos originales. Ah, cómo disfrutó ese concierto, mientras tocaba su violonchelo antiguo, se hubiera dicho que se transportaba a los siglos xvi y xvii. Pero así como se entrega a la música barroca, lo hace con el jazz. ¿Cómo olvidar sus grabaciones con Claude Bolling y sus discos Hush, con Bobby Mc Ferrin, Appalachia Waltz, con Mark O’Connor y Edgar Meyer, y su disco dedicado al tango?

Loaeza, Guadalupe, “Yo-Yo Ma”, en El Pueblo, versión electrónica (consultado el 28 de junio de 2007).

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