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El arte y tú
Las sensaciones, las emociones y los pensamientos en el arte
Las emociones son señoras; el intelecto, el servidor. Herbert Spencer Preguntas orientadoras
Ahora démonos un chapuzón en algunas ideas y conceptos que permiten entender el arte. Puede que el agua esté fría, pero por eso mismo resultará refrescante. ¡Cuántas veces acudimos al agua fría —si no es que helada— para despejarnos y pensar mejor! Una, dos y… ¡tres! Las formas de representación que toma el arte no son producto de la casualidad ni, como a veces se escucha, de la chifladura de quienes lo hacen. El asunto es más serio: se relacionan con una concepción del mundo. ¿Cuál? La que existe cuando se produce el arte. Digámoslo así: las formas de representación del arte, desde las culturas primitivas hasta las contemporáneas, tienen una estrecha relación con su concepción del mundo. Así se entiende que encontremos formas de representación que comunican lo mágico y cosmogónico en el arte de las culturas primitivas, y formas que comunican lo expresivo y emocional en el arte contemporáneo. El arte responde a nuestra necesidad de comunicar y comunicarnos. El cuerpo es vehículo de comunicación en la danza, la voz en el canto, la palabra en la literatura, y signos visuales y audibles lo son en la plástica y la música, respectivamente. El cine, por su parte, lo conjuga todo. En tanto agentes de comunicación, los vehículos mencionados contienen una carga simbólica, lo cual permite hablar del arte como un lenguaje. En las sociedades primitivas, la práctica del chamanismo permitía el éxtasis y lo festivo, integrando la narrativa oral, la mímica, el canto, la música y las formas visuales depositadas en objetos ceremoniales, el vestido y el cuerpo. ¿Ya imaginaste un escenario mágico? ¿Qué pasaría si le quitáramos estos elementos? ¡Desaparecería! Posteriormente, en las sociedades de la Antigüedad, el arte fue determinado por el animismo, el fetichismo y la religión, constructos que expresaban la idea de que la supervivencia del hombre dependía de fuerzas superiores (las deidades), a las cuales interpelaba a través de un mediador (el sacerdote). Las formas de representación artísticas son simbólicas, míticas y adquieren complejidad, como es el caso del arte egipcio. Si damos un salto hasta la época de la decadencia del Imperio Romano (siglo iii), observaremos que se ha fortalecido la concepción teológica de un solo dios, lo cual impone formas de representación artística de carácter anagógico que se prolongarán incluso durante la Edad Media. Pero, ¿qué significa anagógico? Anagógico indica que “lo divino se manifiesta como una realidad visible y audible ante un testigo que no interpreta, sino que vive el milagro de la presencia de lo sagrado”.1 Es así que durante el periodo del arte cristiano, la realización de todo tipo de obras obedece a una inspiración divina: el individuo que las produce deposita en su elaboración valores emocionales motivados por su fe religiosa. En Occidente, la concepción anterior cambia hacia el siglo xiv debido a la aparición paulatina de la ciencia empírica, la secularización del conocimiento, el empuje del racionalismo y la revaloración de la Historia como acción humana. El hombre se piensa a sí mismo desplazando a Dios del centro de sus preocupaciones. Sí, adivinaste: estamos en el Renacimiento. La concepción del mundo que prevalece durante el Renacimiento se basa en la analogía y la similitud. Cuatro aspectos esenciales en este sentido son los siguientes: 1) se pasa de creer a ver; 2) el hombre ocupa el centro del universo; 3) la estética se racionaliza; y 4) se establecen normas para la práctica artística. Es así que el arte renacentista representa al hombre, su contexto social y su entorno natural, y que los artistas aprovechan los aportes de la ciencia: la geometría impulsa a las artes visuales, la gramática a la literatura y la física favorece el desarrollo de instrumentos musicales. El conjunto de transformaciones que implicó el Renacimiento puede ilustrarse con el caso de la pintura mural de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Por una parte, aplicó la perspectiva, la proporción y el orden geométrico para crear un espacio escenográfico; por otra, realizó una representación mimética de los personajes y su entorno, trayéndolos a una dimensión humana. Estos aspectos indican una concepción del mundo distinta de la medieval, pero es la presentación de Dios desnudo el hecho que muestra sin lugar a dudas la manera en que el arte renacentista rompe la visión del medievo y se afilia a otro momento de la historia de la humanidad. 1/2
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