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El arte y tú
Las sensaciones, las emociones y los pensamientos en el arte

 

“CAPILLA SIXTINA” MAYA

La Capilla Sixtina (llamada así por haber sido efectivamente la capilla interior de la fortaleza vaticana y haber sido patrocinada por el papa Sixto IV) representa el paradigma de la monumentalidad pictórica del arte occidental.

Bajo este criterio es que se ha llamado “Capilla Sixtina” maya al mural descubierto en 2005 en las ruinas de San Bartolo, Guatemala. Este hallazgo se suma a otras importantes muestras de pintura mural, lo que pone de manifiesto el altísimo desarrollo de los pintores mayas, a quienes debemos ubicar a la altura de las figuras emblemáticas del arte occidental.


Para saber más lee:
Arai T., Alberto T. La arquitectura de Bonampak, Ensayo de interpretación del arte maya, México, inba, 1960.
Stierlin, Henri, Los mayas: palacios y pirámides de la selva virgen, Koln, Taschen, 1998.

De cara al Renacimiento, el cristianismo condenó la parte hedonista y placentera que se hacía patente en las fiestas populares a través de la danza, la música y el teatro; en tanto que al censurar las posibilidades lúdicas de los sentidos, la Iglesia católica propició su especialización: a cada uno dio un espacio y reglas específicas. Entre otros factores, estas situaciones darían lugar a la separación de las artes en academias y a una estética atada al valor de culto; asimismo, darían origen a la apreciación del arte por expertos y confinarían el contacto de las personas con los objetos artísticos a espacios acotados, como el Museo y la Sala de conciertos, así: con inicial mayúscula. La sociedad contemporánea vive aún el efecto de aquella reacción contra el Renacimiento. El arte —nos dice Walter Benjamin— pierde independencia y su carácter de emancipación para ser sometido a un valor de culto.

Como puedes observar, el arte, los creadores, los canales a través de los cuales se socializa, así como el público mismo no escapan a la dinámica de la sociedad (de hecho participan en ésta), con sus contradicciones, enfrentamientos, avances y retrocesos. No te resultará difícil entender que la estética renacentista se institucionaliza y deviene en una posición conservadora a lo largo del periodo conocido como Neoclasicismo (siglo xviii). Las academias de arte, genéricamente denominadas “la Academia”, representan el triunfo de esta institucionalidad.

¿Qué ha pasado mientras en Oriente? El desarrollo del arte responde a las concepciones del mundo prevalecientes en esta vasta región del orbe. Así, por ejemplo, los templos islámicos se decoran con motivos abstractos de elaborada ejecución, puesto que es indebido representar a Dios. Por su parte, el concepto de cuerpo en la cultura budista —que, claro está, difiere de la noción cristiana— genera otra danza y otro teatro. En todo Oriente, el concepto del tiempo como un continuo da pie a otra música, y la idea del espacio subordinado a la naturaleza inspira otra arquitectura. Por último, la noción integral de los sentidos se traduce, por un lado, en el acrisolamiento de las expresiones artísticas y, por otro, en el virtuosismo del creador y el ejecutante.

Volvamos al asunto de los sentidos especializados, producto de la reacción en contra del Renacimiento. Estamos otra vez en Europa. Sucede que ya en 1794 el poeta Friedrich Schiller —iniciador del Romanticismo— criticaba la especialización de los sentidos, mientras que en los Manuscritos de 1844 Marx ponía énfasis en el carácter histórico del desarrollo de los mismos y cuestionaba su enajenación bajo el capitalismo. También durante el siglo xix, el poeta francés Arthur Rimbaud y el filósofo alemán Friedrich Nietzsche recurrían a la Grecia antigua como ejemplo de multiplicidad unitaria, en contra de la fragmentación que abanderaba el cristianismo. Fíjate cómo las reflexiones anteriores se relacionan con el arte, pues éste apela a nuestros sentidos. Su común denominador es plantear la liberación de nuestras experiencias sensoriales.

El Romanticismo, prevaleciente durante el final del siglo xviii y el principio del xix, significa una exploración de los sentidos y las emociones. Los artistas románticos actúan sobre los sentimientos y las vivencias. Esta forma de concebir y hacer arte confronta el orden establecido por la Ilustración, cuyo pilar son la razón científica y la razón práctica. El arte producido por los románticos atribuye valor a los objetos cotidianos, a las tradiciones populares, a los motivos íntimos, en contra del valor de exhibición adoptado por el Neoclasicismo. Durante algún tiempo, la situación del artista romántico es una “condición subterránea”.

Ten presente que al inicio de este apartado se dijo que el arte está ligado a la concepción del mundo que existe en el momento que se produce. Pues bien, las contradicciones que vive Occidente a partir de fines del siglo xix, las sucesivas revoluciones científicas y tecnológicas, así como los movimientos sociales han venido implicando hondas transformaciones en el arte. Si quienes se ven afectados por todo lo anterior son mujeres y hombres, y son justamente ellas y ellos quienes producen el arte, cómo no esperar que cambie la creación artística.

Pero, ¿qué pasa? En una frase, el artista confronta a la Academia por segunda ocasión en el marco de las vanguardias modernistas del siglo xx. En varias frases, sucede lo siguiente: la literatura rompe sus fronteras con el ensayo, la filosofía, la canción popular, el diario personal y el periodismo; la danza y el teatro las rompen con el espectáculo y el circo, lo que los acerca entre sí; la música incorpora instrumentos y recursos no acústicos, al tiempo que violenta estructuras tradicionales como sinfonía o cuarteto de cuerdas, y como el tiempo se le ha venido encima, topa con la radio y la grabación que la transformarán; las artes visuales conocen a otro miembro de la familia, la fotografía, y se replantean el carácter mimético que la recién llegada parece arrebatarles; por si fuera poco, descubren nuevos materiales y nuevas herramientas; y la arquitectura —ese reflejo del despliegue del hombre— se lanza por los aires desafiando las leyes de la gravedad.

Para completar este panorama, falta llamar a escena a un nuevo elemento, el cine, que para ese entonces no se pensaba como expresión artística. En efecto, el cine presentó un proceso diferente del de las otras artes. Para empezar, su cuna fue puramente la investigación científica. Resultó de experimentos llevados a cabo a fines del siglo xix por científicos europeos, quienes tenían como propósito capturar y analizar el movimiento. Las películas obtenidas —verdaderas curiosidades para nosotros porque reflejan la vida y el pensamiento de la época— se convirtieron pronto en un espectáculo de feria, es decir, saltaron del ámbito científico al de las atracciones y portentos.

Rápidamente, sin embargo, aquel invento comenzó a contar historias y a constituirse en una forma más de crear arte. Hablamos del momento en que el cine no contaba con una banda sonora integrada, sino que el relato era acompañado por música interpretada en la propia sala de proyecciones e incluso, en ocasiones, diferentes personas se encargaban de simular el galope de caballos, los golpes en las puertas, el canto de los pájaros… Por esto es impropio hablar de un “cine mudo”: hablemos mejor de cine silente.

Durante los siglos xix y xx sucede también que Occidente “descubre” y “revalora” el arte de África, América y las culturas del Pacífico Sur. Tras la idea superficial y discriminatoria de que se trataba de manifestaciones primitivas o satánicas, la investigación arqueológica, antropológica y estética revela un arte que sacude a Europa. Este arte no sólo ingresa en los gustos, subastas y colecciones europeas y estadounidenses, sino que se mezcla con el arte occidental. No es posible entender las vanguardias de las artes visuales sin este “nuevo” universo plástico, como no se entiende la danza contemporánea sin estos “nuevos” conceptos de cuerpo, ritmo y movimiento. La música de hoy —desde la tradición llamada culta hasta el rock— no sería la misma sin el aporte de la cultura negra.

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