Tema 1. El cambio de las especies a través del tiempo
La evolución de la vida en nuestro planeta es un proceso dinámico y continuo
  cuyo resultado es la gran diversidad de formas, extintas y vivientes, que la han
  poblado. Es notable que descendientes de algunos grupos de organismos unicelulares
  que surgieron hace 3 500 millones de años sobrevivan hasta nuestros días.
  
A la vez, la extinción es inherente al proceso evolutivo, pues se calcula que del
  total de especies que han habitado el planeta, aproximadamente 99 por ciento ya
  desapareció, de tal forma que las actuales representan el restante uno por ciento.
Para entender la evolución de la vida es necesario ubicarnos en dimensiones
  de tiempo que datan de millones de años, así como recurrir al conocimiento
  de disciplinas como la geología y relacionarlas con estudios paleontológicos,
  a través del uso de técnicas clásicas y modernas.
  
Como hemos visto, una de las mejores herramientas para la reconstrucción
  de la vida en la Tierra es el registro fósil. En él podemos encontrar evidencias de
  lo que ha sido la vida desde sus orígenes; es decir, aporta información sobre
  cómo fueron las primeras formas vivientes, cuándo aparecieron, cómo se fueron
  diversificando y por qué se han extinguido. Es así como paleontólogos, biólogos
  y geólogos, entre otros estudiosos, han construido un esquema de la historia de
  la vida en la Tierra.
La naturaleza mantiene un proceso de cambio sujeto a sus infinitas interrelaciones
  e interacciones entre el mundo físico y el mundo biológico. Estas relaciones
  se han formado a lo largo de miles de millones de años. Entonces, ¿cómo
  y cuándo se formó la vida sobre la Tierra?
La preocupación por responder estas preguntas, que son resultado de la
  conciencia humana y de sus relaciones con el ambiente, es muy antigua. Cuando
  el humano racionaliza los vínculos que sostiene con la naturaleza, también encuentra
  formas de manipularla. Así se formaron los primeros agricultores, cazadores
  y recolectores, y cada uno en su labor pudo percibir y conocer diversos
  aspectos relacionados con los seres vivos: observaron qué animales daban origen
  a otros que guardaban parecido con sus progenitores, de la misma manera que
  las semillas daban flores.
Pero no sólo advirtieron cómo la vida originaba vida, también veían cómo
  surgían seres vivos aparentemente a partir de materia inanimada —cerca de
  fuentes de agua, en restos de materia orgánica, etcétera—, percepción que favoreció
  la idea de que la vida surgía espontáneamente.
Esta visión prevaleció hasta el tercer cuarto del siglo XVII, pero aún en
  nuestros días podemos escucharla en afirmaciones populares como “salieron
  gusanos de las frutas” o “se formaron moscas” a partir de aquéllas.A mediados
  del siglo XIX, Louis Pasteur (1822-1895) en Francia y John Tyndall (1820-1893)
  en Inglaterra refutaron la idea de la generación espontánea. A pesar de ello, la
  pregunta de cómo se originó la vida en la Tierra aún no tenía respuesta.
Durante casi medio siglo la pregunta permaneció latente. Finalmente,
  du-rante las décadas de 1920 y 1930, Alexander I. Oparin (1894-1980), soviético,
  y John B. S. Haldane (1860-1936), inglés, plantearon la imposibilidad de
  que una atmósfera rica en oxígeno, como la conocemos hoy, permitiera la
  formación espontánea de las complejas moléculas orgánicas necesarias para
  la vida, ya que las propiedades del oxígeno impedían la formación de moléculas
  orgánicas complejas por estar éste en continua reacción con otras moléculas.
Entonces, tanto Oparin como Haldane supusieron que la atm  ósfera primitiva
  debió contener poco oxígeno y mayores concentraciones de hidrógeno; así, la
  vida pudo haber surgido de la materia inanimada mediante reacciones químicas
  ordinarias. A este proceso de evolución química se le conoce como evolución
  prebiótica, es decir, anterior a la existencia de la vida.
  
La tierra primitiva era muy diferente del planeta que ahora habitamos: su
  atmósfera no estaba formada por la misma mezcla de gases que conforman el
  aire que respiramos en la actualidad.
La superficie terrestre registraba temperaturas muy elevadas, pero una vez
  solidificada la corteza y formados los mares, pudo surgir la vida. Conforme las
  condiciones del planeta cambiaron, las primeras formas vivas evolucionaron. Se
  cree que la vida se originó en el planeta hace aproximadamente 3 900 millones
  de años; sin embargo, el registro fósil más antiguo data de hace 3 500 millones de
  años en rocas de Groenlandia y corresponde en su mayoría a organismos procariotas
  unicelulares semejantes a las cianobacterias actuales, las cuales tenían la
  capacidad de fotosintetizar. El lapso entre el origen de la vida y las evidencias que
  prueban la existencia de la fotosíntesis es de “sólo” 800 millones de años; una
  evolución extraordinariamente rápida si tomamos en cuenta lo complejas que son
  las células y la fotosíntesis.
  
La evolución física y biológica en nuestro planeta ha sido un proceso complejo
  y continuo. Para simplificar su comprensión, los geólogos y paleontólogos
  dividieron la historia de la vida en la Tierra en etapas, cada una caracterizada
  por eventos particulares. Como se muestra en el siguiente cuadro, se le llama
  precámbrico al enorme periodo que va desde el origen del mundo hasta hace
  aproximadamente 542 millones de años. Esta etapa se divide en dos eones:
  arqueano y proterozoico. La vida, después de originarse en el arqueano, estuvo
  representada por microorganismos y organismos pluricelulares que carecían
  de esqueletos, por lo que las evidencias de fósiles son escasas. El eón restante
  se denomina fanerozoico y se subdivide en tres eras: paleozoica, mesozoica y
  cenozoica.
