Tema 1. El cambio de las especies a través del tiempo
El cenozoico (65 m.a.-actualidad) se caracteriza por el éxito de los mamíferos
y las aves, cuya expansión fue propiciada por la desaparición de los grandes
reptiles de la era anterior.
En el mar, la fauna sobreviviente inició su recuperación. La proliferación
de diversos corales, moluscos y equinodermos, así como peces cartilaginosos, peces
óseos y mamíferos acuáticos formó una comunidad muy similar a la actual.
Las comunidades terrestres estuvieron representadas por la mayoría de las familias
de angiospermas que ahora conocemos. Las más abundantes fueron las gramíneas
y las herbáceas, que evolucionaron de sus ancestros arbóreos; todas
formaron extensas praderas que constituían el sustento de numerosos mamíferos.
Otro de los grandes sucesos en el cenozoico fue la propagación espectacular
de mamíferos durante el paleoceno. Las modificaciones que paulatinamente
experimentaron, desde sus inicios en el mesozoico y a lo largo del cenozoico, se
relacionan especialmente con el desarrollo del cerebro, la postura del cuerpo y la
locomoción; el tipo de dentición; cambios en el cráneo relacionados con la musculatura
de la mandíbula, y reducción de los huesecillos del oído medio. Los primeros
mamíferos del cretácico, al igual que sus ancestros mesozoicos, fueron
todos de talla pequeña y con características poco diferenciadas “tipo insectívoro”.
Con la desaparición de los grandes reptiles, a finales del mesozoico los nichos
ecológicos que quedaron vacíos fueron ocupados paulatinamente por órdenes
de pequeños mamíferos derivados del insectívoro primitivo.
La radiación evolutiva de los mamíferos muestra que los marsupiales habitaban
todos los continentes, aun cuando hoy sólo son característicos de Australia
y Sudamérica; en Norteamérica únicamente encontramos el tlacuache. Muchos
mamíferos placentarios evolucionaron en Sudamérica, que estaba aislada de los
otros continentes. Allí se encontraron fósiles de armadillos, perezosos gigantes,
numerosos roedores y marsupiales. La mayor parte de esta fauna desapareció
cuando América del Norte se comunicó con el resto del continente por el Istmo
de Panamá durante el plioceno. La invasión que sufrió la fauna del sur por la del
norte, que incluía poderosos depredadores como los carnívoros dientes de sable,
aparentemente ocasionó su extinción.
Algunos mamíferos como los cetáceos, las focas y los sirénidos se adaptaron
a la vida acuática al transformar gradualmente sus patas en aletas y modificando
la forma del cuerpo y sus hábitos respiratorios. Las ballenas llegaron a adquirir
enormes tamaños, con la ventaja del sustento que proporciona el medio
acuático.
En el mioceno proliferaron los hominoideos, como Sivapithecus, Dryopithecus
y Oreopithecus, que vivieron en Eurasia en una época en que había bosques
subtropicales. Estos primates se consideran los ancestros de los antropomorfos
actuales. Oreopithecus es particularmente interesante porque las características
de su esqueleto muestran que posiblemente presentaba bipedalismo y era capaz
de sujetar objetos con sus manos.
A finales del mioceno una serie de cambios climáticos modificó el entorno
donde vivían estos animales. El clima se volvió más seco y frío, y provocó la
extinción de la mayoría de los hominoideos; sólo algunos, como Sivapithecus y
Dryopithecus, sobrevivieron al emigrar a África y al sudeste de Asia.
Todos los ancestros de los humanos actuales se encuentran en África. Sin
embargo, no se han podido establecer con claridad las relaciones que existen
entre el linaje de los antropomorfos euroasiáticos y los primitivos fósiles de homínidos.
Los miembros más antiguos de la familia humana, como Sahelanthropus
tchadensis, que tiene una antigüedad de 6 a 7 millones de años, presentan dientes
pequeños y un foramen magnum localizado centralmente en la base del cráneo;
pero por otro lado, tienen una serie de características que los acercan más al
chimpancé: cráneo pequeño y la parte inferior de la cara muy prominente. Lo
mismo sucede con Orrorin tugenensis y Ardipithecus ramidus kadabba, de los que
no se sabe si son protohumanos o ancestros de antropomorfos africanos como
el chimpancé y el gorila.
La escasez de restos fósiles hace que la reconstrucción de la filogenia humana
resulte extremadamente difícil. También la interpretación de los fósiles
realizada por los paleoantropólogos dista de ser uniforme. Sin embargo, ciertas
evidencias señalan con mayor o menor precisión los rasgos que distinguen el
camino evolutivo seguido por nuestra especie. En primer lugar, la postura erecta
y el desarrollo del bipedalismo; después el desarrollo espectacular del cerebro,
que en un lapso de 5 millones de años se ha triplicado.
El surgimiento de los homínidos marcó un hito en la evolución: había emergido
la evolución cultural y con ella la capacidad de modificar conscientemente el
entorno. La evolución cultural conllevaría con el tiempo a la actual civilización.