2.2. La verdad en el argumento
Lo deseable es tener argumentos que no sólo tengan una estructura válida, importa también que aquello que expresan sea verdadero. Cuando argumentamos ya sea para incrementar nuestro conocimiento, tomar una decisión o resolver problemas, requerimos que nuestros argumentos contengan información veraz. Cuando tenemos un argumento cuya estructura es válida y además su contenido es verdadero podemos decir que se trata de un argumento contundente.
Como uno de los requisitos para tener argumentos contundentes es que sean válidos, la contundencia es una cualidad que sólo nos pueden ofrecer los argumentos de tipo deductivo. Hemos dicho que los argumentos de tipo deductivo son muy importantes porque nos ponen la muestra de cómo argumentar bien, pero no siempre podemos argumentar de manera deductiva.
Cumplir con el requisito de la verdad en la información que contienen los argumentos no es una exigencia sencilla de satisfacer. Para poder calificar de verdadero a un argumento tenemos que cotejar la información que contiene cada uno de sus enunciados con la realidad. Hay enunciados que podemos verificar de manera inmediata la verdad de su información, porque podemos constatarla empleando nuestros sentidos, pero hay otros que no lo permiten.
Pensemos, por ejemplo, como caso el enunciado: "Llueve", podemos verificar si es verdadero solamente con observar el cielo. En cambio hay enunciados que nos dan información que no podemos verificación de manera inmediata como es, por ejemplo, el enunciado "La ciudad de Cuernavaca se encuentra a 65 km de distancia de la ciudad de México". En este segundo caso la aprobación de la verdad de un enunciado tiene una estrecha relación con el reconocimiento de sus fuentes y de nuestros conocimientos sobre los hechos.
Para poder evaluar la verdad de la información de un argumento tenemos que ir más allá de él, ya sea para verificarla con nuestros sentidos, nuestros conocimientos o evaluando las fuentes. Evaluar la verdad de la información de los argumentos puede ser un proceso complejo porque, si no podemos constatarla de manera inmediata a través de nuestros sentidos o a través de nuestros conocimientos comprobados, tendremos que realizar una investigación.
Hay contextos argumentativos en los cuales tenemos mucho tiempo para evaluar la confiabilidad de la información y de sus fuentes, como cuando hacemos una investigación escolar. Pero hay otros contextos que nos exigen una respuesta rápida, como cuando participamos en una discusión. En ese caso no es fácil evaluar la verdad o al menos la confiabilidad de las fuentes de donde proviene la información. Por ello, aunque estemos en contextos argumentativos que nos exijan respuestas rápidas, si no se tiene confianza en las fuentes o en la información que nos ofrecen, hay que externar nuestra duda, y si es preciso, suspender o posponer la discusión a fin de resolverla.
Finalmente, hay que reconocer también que no todo enunciado nos ofrece información que puede ser calificada como verdadera o falsa. Pensemos por caso en los enunciados que expresan ideas sobre el futuro; no hay manera de verificar si son verdaderos o no, dado que los hechos todavía no han acontecido. En ese caso, no podemos hablar de verdad sino sólo de plausibilidad.